¿Cómo liberarnos de las dependencias?

Por Valeriane Bernard

“Uno de los grandes retos es volver a sentir el derecho propio a la felicidad, a la paz y al éxito. Con las adicciones se construye una relación casi agresiva con el mundo que nos rodea porque sentimos que este mundo no nos da lo que necesitamos”.

“La llave para reencontrar en nosotros la satisfacción está en volver a construir una relación real con lo que somos, con la parte que puede conocer la alegría, la satisfacción, el bienestar”. 

“Debemos buscar una postura de independencia. Esto significa desarrollar una relación diferente con nosotros mismos y observar cuál es la forma real de darnos la satisfacción que necesitamos”.

El significado de dependencia

Entender el tema de la dependencia es esencial para ser feliz. Vivimos en sociedades y culturas que han creado en nosotros un grado muy fuerte de dependencia; además, la imagen que tenemos de la dependencia se limita a adicciones como el alcoholismo y las drogas, lo cual nos impide considerar aspectos más sutiles pero tan severos y dañinos como la adicción que se tiene a la televisión, los juegos, las personas, el consumismo. En nuestra época hemos confundido consumismo y felicidad y creemos que depender uno del otro o de las cosas que tenemos para ser feliz es normal.

Hemos aprendido a ser dependientes al perder la capacidad de la satisfacción interior y nos hemos apegado por lo tanto a muchas cosas físicas. La satisfacción interior es uno de los más preciosos bienes que tenemos, sin embargo es el resultado de una armonía interior muy real. Uno mismo puede alcanzar y vivir la satisfacción interior, pero esto es un derecho y un esfuerzo personal. Nadie puede forzar a nadie a sentirse satisfecho.

Tener ganas de vivir

Un factor importante para liberarse de las dependencias es el tener ganas de vivir, ya que las adicciones y dependencias a sustancias están a menudo ligadas a la pérdida de interés por la vida. Una de las razones por las cuales uno pierde fácilmente las ganas de vivir es la pérdida de autoestima. Cuando uno no se estima ni se respeta, hay pérdida de la esperanza en sí mismo, y es muy difícil mantener una conciencia de su propio valor. Este valor no puede estar basado en la aprobación externa.

En la sociedad hay muy pocos modelos de éxito real. Por eso, muchas veces buscamos falsos modelos de éxito, como los que proyectan las películas románticas de Hollywood y Bollywood, para olvidar los problemas y para sentirnos identificados con algo. Hay también muchos modelos de comportamiento en la publicidad que promueven un éxito extremadamente barato, pues nos venden una felicidad artificial.

Uno de los grandes retos es volver a sentir el derecho propio a la felicidad, a la paz y al éxito. Con las adicciones se construye una relación casi agresiva con el mundo que nos rodea porque sentimos que este mundo no nos da lo que necesitamos. Entonces cobramos esta carencia a la vida, a la sociedad, a los padres, a la pareja, etc. Sentimos que tenemos el derecho a ser felices pero entendemos la felicidad de manera equivocada. Pensamos que es el otro el que debe hacernos feliz. Y en lo profundo de nuestro ser creemos que tal vez con una receta mágica vamos a ser felices. Por eso, cambiamos de pareja, de carro, de familia, de celular, de trabajo sin lograr alcanzar la felicidad.

La llave de poder reencontrar en nosotros la satisfacción está en volver a construir una relación real con lo que somos, con la parte que puede conocer la alegría, la satisfacción, el bienestar.

 Felicidad y objetos de felicidad

Las personas están enjauladas en creencias e inconscientemente hemos confundido la felicidad con tener objetos de felicidad. Por ejemplo, adquirir el nuevo teléfono o el nuevo carro. Sin embargo, muy pronto esta felicidad ya no es tan excitante y uno crea otros deseos.

Otro ejemplo más sutil: el tener un trabajo que nos satisface se convierte muchas veces en objeto de felicidad. Pero cuando en este trabajo las relaciones empiezan a ser muy complicadas o conflictivas uno no quiere perder el objeto de felicidad pero la experiencia del trabajo se convierte a la vez en algo que nos da sufrimiento. ¿Cómo lidiar con eso?

Hemos aprendido que los objetos de felicidad son la felicidad misma y esto se observa muy claramente en las relaciones de pareja. Por ejemplo, cuando el otro nos da todo lo que queremos somos muy felices y dependemos de esa persona, pero cuando esto ya no sucede, somos muy infelices y hacemos pagar al otro por esto.

Esta felicidad es dependiente. Se debe reconocer que la felicidad es una experiencia interna que nunca puede ser determinada por un objeto. Debemos aprender a reconocer internamente que este funcionamiento no sirve. Sin embargo, nuestro corazón es un tanto ciego y sigue creyendo en estos patrones.

Internamente también hay una voz que sabe que ese no es el camino, que esa no es la felicidad real.

En busca de la independencia

Debemos buscar una postura de independencia. Esto significa desarrollar una relación diferente con nosotros mismos, y observar cuál es la forma real de darnos esta satisfacción que necesitamos.

Debemos distinguir entre dos tipos de satisfacción: la condicionada y la incondicional. Uno debe entender que no posee nada ni a nadie. Debemos aprender a sentirnos satisfechos porque sí, porque dentro de nosotros está el potencial de conocer la tranquilidad, el amor propio, la paz, la felicidad y la satisfacción y que eso hace parte de mí, el ser espiritual para siempre.

Es un derecho que no podemos reclamar a nadie. Ni nuestros padres o amigos tienen este derecho mío. Dios, el Ser Supremo sí lo tiene, pero a menudo nos relacionamos con él de manera enfermiza, esperando que nos dé esto como por arte de magia. Es uno mismo el que debe hacer efectivo este derecho.

¿Cómo podemos disfrutar de este derecho? A través del autoconocimiento, ¿Dónde está la paz, dónde está la satisfacción? Es dentro de nosotros donde hay un espacio con estos dones.

Sin embargo, muchas veces somos como un paisaje donde existe gran capacidad de sufrimiento y gran capacidad de felicidad y al preguntarnos ¿qué nos hace felices? pensamos en nuestra pareja o familia y nos ponemos en una posición de dependencia. La parte de nuestro potencial espiritual e incondicional es invisible para nuestros ojos.

Hemos aprendido a depender y por ello es que debemos aprender la independencia y enseñar a nuestros corazones acerca de su propia energía y poder.

El poder propio

Tenemos poder propio, tenemos energía propia, tenemos derechos y capacidades propias, pero no conocemos esa parte nuestra. Nos hacemos amantes de aquello que despierta esas cualidades en nosotros: una persona, la luna llena, un paisaje. Pero lo cierto es que aunque estos elementos son bellos, son también temporales y no podemos depender de ellos.

Hay muchas dependencias que ni siquiera reconocemos en nosotros, y las que sí vemos las queremos evitar o eliminar a la fuerza; sin embargo, esa no es la manera correcta. Tenemos que aprender a darnos lo que nos va a fortalecer de verdad. No hay que matar a la dependencia porque se termina encontrando o fabricando otra.

El problema no es el objeto de dependencia “per se” sino nuestro comportamiento dependiente; por ello, como parte de la solución debemos tratar de fortalecer las partes más débiles de nosotros. Debemos aprender a reconocer las necesidades de nuestro yo interno, sea esto paz, bienestar o amor.

Al explorar internamente se puede reemplazar nuestro funcionamiento dependiente y no reemplazar un objeto de dependencia por otro que es lo que a menudo sucede. De esta forma, si logramos reconocer lo que necesitamos y podemos dárnoslo, cambiaremos patrones negativos.

Todos tenemos patrones que nos gobiernan. Cambiar esos patrones de adicción significa darse de una manera sana lo que uno necesita. Hemos aprendido a necesitar de las personas, del respeto de los demás, de la alabanza, de cosas, del éxito.

Belleza interior

Si pudiéramos ver cuán hermosos somos en nuestro interior, en nuestra alma, nos enamoraríamos de nosotros mismos. Hay una gran belleza en el ser pero no la podemos ver. Esto es un gran reto. Mirar en el espejo y ver qué es lo que tenemos, lo que buscamos, lo que sentimos.

Esto no es una receta mágica porque los patrones de adicción han sido parte de nuestra vida por miles de años y no van a desaparecer de un día para otro. El progreso es diario y puede tomar tiempo. Uno debe de querer dejar de ser adicto, o dependiente, porque internamente uno sigue buscando detrás de espejismos. Detrás de cada adicción hay toda una película o historia,  y una serie de justificaciones que hay que cambiar.

Debemos de ser héroes transformadores y no actores justificadores. En la medida en que yo me libero de mis propios patrones adictivos y negativos puedo contribuir sin contaminar a los demás. Pero esta es una tarea personal.

No podemos simplemente pedir a Dios que haga el cambio. No es que Él no quiera, sino que si nosotros mismos no lo hacemos es porque no lo queremos. Dios nos respeta y nos ha dado el derecho de escoger. Por eso hay que querer cambiar y alimentar nuestro propio deseo de ser felices, de estar satisfechos, de ser independientes.

Cada paso tiene importancia y no hay que perder la esperanza por imposible que parezca. Para ir a Roma hay kilómetros y cada kilómetro que caminamos es uno ganado. Es un proceso, una distancia. Uno no se sana de repente o de milagro, tenemos que elegir querer estar sanos. Debemos elegir frente a cada problema la actitud positiva a tomar.

Aprender a no sufrir

Al aportar sabiduría a nuestro corazón lo educamos a no sufrir. Lo que hace daño no es positivo. Hay muchos mecanismos que hacen que uno caiga de nuevo: el sentirse víctima, el enojarse, etc. Muchas veces, acumulamos razones para estar mal para poder caer en patrones adictivos con justificación.

Debemos fijarnos cuando empezamos a coleccionar experiencias negativas y detener este proceso destructivo. Es un camino donde uno debe observarse, acercarse a su manera de actuar y pensar para poder cambiarlo. Estamos tan acostumbrados a pensar y actuar de cierta manera, que creemos que así somos.

Hay una anécdota según la cual, Dios tenía mucho espacio en el paraíso y le dijo a San Pedro que bajara a la tierra a traer humanos para que fueran felices. Pedro bajó y se encontró con una anciana muy cansada y le propuso ir al cielo con él, pero ella se negó diciéndole que tenía un nieto que pronto nacería y que lo quería conocer. Pedro se extrañó ante esta respuesta.

Caminó y llegó a una biblioteca donde encontró a un estudiante que lucía muy pálido y cansado de estudiar. Lo invitó también al paraíso donde no tendría que preocuparse por exámenes y donde tendría salud. Sin embargo, el estudiante le respondió que no tenía tiempo y le pidió que lo dejara tranquilo para seguir estudiando. Pedro se extrañó y continuó la búsqueda.

Encontró un hospital y pensó que ese era el lugar perfecto para encontrar a alguien dispuesto a seguirle al paraíso. Encontró un hombre muy enfermo con su cuerpo cubierto de tubos y le invitó a irse con él a un lugar sin dolor, lleno de felicidad y paz. Pero el hombre alegó que no podía ir pues no había escrito su testamento todavía.

Pedro se sintió muy compungido y subió al cielo para decirle finalmente a Dios que nadie quería ir a paraíso.

Esto nos demuestra que tenemos miedo a cambiar aun si este cambio es positivo. A veces preferimos un miedo conocido a una felicidad desconocida. Por eso es que tenemos que aprender qué significa la felicidad.

Muchas veces el problema es que no sabemos qué hacer con nuestra vida y pasamos el tiempo corriendo detrás de cosas sin saber qué buscamos o queremos. No sabemos qué hacer con nuestra energía. Hemos olvidado los ingredientes valiosos de la vida y solo nosotros lo podemos redescubrir. Se trata, pues, de emprender un proceso personal y de descubrimiento interior, pero debemos de tener cuidado de no buscar una felicidad condicionada por nada o nadie, sino una felicidad que sea accesible por mí siempre.

Plenitud y el desapego

Hay una parte de nosotros a la cual no le gusta ser tan dependiente y tacaña y quisiera ser generosa.

Es importante reconocer en nosotros la capacidad de poder acceder libre y gratuitamente a nuestra plenitud. Para esto se deben cambiar nuestros patrones, pues, como seres humanos, somos muchas veces adictos a la acción, a la felicidad que nos trae, pero debemos aprender a construirla de manera positiva y sana.

¿Cómo lograr que las cosas que nos gustan no lleguen a ser dependencias?

En la medida en que las cosas que nos gustan son necesarias, representan un peligro potencial ya que cambian y desaparecen por su propia naturaleza. En el Raja Yoga se practica el desapego, que implica sentirse bien con o sin algo o alguien.

La manera en que uno utiliza su energía es muy importante debido al retorno que se obtiene (ley del Karma: lo que siembras recoges). Debemos entender que la forma en que utilizamos nuestra energía no es gratuita, pues no somos islas independientes sino un mundo interdependiente.

Este mundo no está integrado solo por las piedras, personas y cosas, sino también por la energía que creamos con nuestras actitudes, maneras de ser, pensamientos y sentimientos. Esto depende de la meta de cada persona. Si uno quiere ser una persona que ayuda a los demás, una persona que desea restablecer una energía positiva  en el mundo debe cuidar más sus actitudes.

Nuestro mundo no nos ha dado muchos modelos de felicidad. Aunque uno no observe muchas parejas felices, la mayoría de las personas andan en busca de una pareja. Esto sucede porque esa idea es asociada con el secreto de la felicidad. Y lo mismo sucede con muchas otras cosas.

Intentar transmitir ganas de vivir es un elemento muy importante en la lucha contra las adicciones, para ello hacer discursos no es lo aconsejable. Si la persona quiere ser libre y feliz, lo buscará y se esforzará por su propia cuenta. Uno de los grandes problemas de las adicciones es que el adicto no tiene ganas de vivir y por eso ocupa su tiempo con algo que le permita olvidar, algo por lo general dañino.

Liberarse de las dependencias

Debemos aprender a liberarnos de las dependencias emocionales negativas. Sanar esto es nuestra labor personal. Al reconocer lo que nos daña y lo que es sano en nuestro comportamiento emocional aprendemos a elegir lo sano, lo que nos beneficia.

Los sentimientos no son malos. Los sentimientos negativos son dañinos pero los sentimientos positivos como el amor, la paz, la felicidad son sanos y necesarios. Eso es algo que uno encuentra en su interior y por eso es que la meditación es una buena forma de conectarse con esa fuente interior de sentimientos sanos, ya que uno dirige la atención hacia su interior y hacia Dios y descubre todo su potencial y el poder de amor que Dios tiene para darnos.

Práctica de Meditación:

Me siento de forma cómoda,

suavemente  ​tranquil​izo y relajo mi cuerpo, mi mente y mi corazón
​poco a poco me hago consiente de mi universo interior
del potencial espiritual que yace en mi interior

de paz

de amor

de dulzura

​Soy libre de experimentar lo que quiero

Mi ​ser tiene tantos tesoros por sentir y conocer

Soy libre de percibir lo que quiero, lo que amo realmente

Nada me detiene

Mi mente, mis sentimientos, son mis herramientas

En el espacio de la meditación aprendo a utilizarlos como quiero

Siento que soy un ser que tiene el derecho a ser feliz 

Que nada me ata ni me detiene si pongo mi intención en ello

En este espacio de soberanía interior, siento que la luz y el amor del Padre Ilimitado está a mi alcance, se ofrece a mí en forma natural

y puedo abrirme a ello sintiéndome digna/o de ser amada/o

Esta energía pura me libera, me renueva, me hace tomar consciencia de mi poder.

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